martes, 17 de marzo de 2009

En México es imposible garantizar la seguridad de nadie: Apuntes para una novela negra II


Ayer 16 de marzo por la tarde, en las versiones electrónicas de varios periódicos de Puebla, capital, aparecieron las declaraciones del director de asuntos internos de la Policía Municipal, Héctor Falcón, en las que aseguraba que los cuatro elementos que agredieron la madrugada del 14 de marzo a los escritores Federico Vite, Miguel Ángel Andrade y Álvaro Solís, "previamente identificados", ya habían sido dados de baja de la corporación, dijo también que se estaba en espera de la resolución del MP para castigarlos con "todo el peso de la ley", mientras tanto, se encuentran en libertad y sin vigilancia para hacer lo que se les antoje.
Esta mañana, en el programa Movimiento Perpetuo, que se transmite por Radio BUAP, Vite y Solís hicieron algunas precisiones: nunca los llamaron para identificar a nadie, el director de asuntos internos no presentó a los agresores ni dio a conocer sus nombres, por lo que los agredidos piensan, con justa razón, que sólo les están "dorando la píldora" para que las cosas se calmen y la protesta no continúe.
Pero aún en el caso de que hayan sido destituidos, ¿qué garantías tienen los agredidos de que estos sujetos no van a tomar represalias? Ninguna. El director de asuntos internos les hizo saber que en México "es imposible garantizar la seguridad de nadie". Así que lo único que les queda es mirar con suspicacia a toda las personas que se acerquen ellos, comenzando por las patrullas, de nueva adquisición por cierto, de la policía municipal, que recorren continuamente los lugares en los que se encuentran. Esto es México, señores. ¿Esto es México?

lunes, 16 de marzo de 2009

Repudiamos agresión contra escritores

A la presidenta constitucional de Puebla capital
A la comunidad artística en general
A la población en general


El día 14 de marzo, aproximadamente a las 3:30 horas, los escritores Federico Vite, Miguel Ángel Andrade y Álvaro Solís fueron víctimas de una brutal agresión policiaca en pleno centro histórico de la ciudad de Puebla capital, en México.
Lo que comenzó como una revisión rutinaria derivó en una serie de atrocidades que pusieron en peligro la vida de Vite, Andrade y Solís. Los escritores se dirigían a sus respectivos domicilios cuando fueron interceptados por cuatro policías armados, quienes descendieron de una patrulla (camioneta Dodge, cuyo número se omite para no entorpecer las averiguaciones) y de inmediato los amagaron con armas largas. Golpearon a Vite, Andrade y Solís; los esposaron, los atacaron en el piso y los aventaron a la batea de la camioneta.
Los insultos, intimidaciones y vejaciones duraron aproximadamente cuarenta minutos; el comando dedicado a salvaguardar la seguridad de los habitantes de esta ciudad abandonó a los escritores en un solitario paraje a las orillas de Puebla.
La golpiza incluyó amenazas de muerte, burlas y encañonamientos con armas largas, además de una constante humillación y vejación a los escritores. La ira y violencia de los policías se desató cuando Federico Vite se identificó como reportero del periódico Intolerancia. Algunos de los insultos y amenazas que profirieron los policías durante el trayecto en la camioneta fueron: “¿Crees que por ser de la prensa no te podemos partir la madre?”, “la prensa se ha encargado de humillarnos ante la sociedad, a ver si a golpes aprenden a callarse”, “¿te crees muy cabrón sólo porque eres periodista, ahora vas a aprender a callar?”.
El evidente desprecio y rencor de los policías refleja la impunidad que desde hace tiempo rige este país. Recordemos, por ejemplo, que en el estado de Puebla se ordenó la persecución de Lydia Cacho Ribeiro; además, Puebla, de acuerdo con el Centro de Periodismo y Ética Pública (CEPET), es el cuarto lugar nacional en agresiones contra periodistas.
¿Qué confianza hay en los grupos policiacos, cuando en lugar de salvaguardar la seguridad de los habitantes son los encargados de asaltar, golpear, humillar y amenazar a los civiles? ¿Cómo es posible que el Ayuntamiento de Puebla se haya gastado un par millones de pesos en publicidad e imagen y en un año de gobierno no haya invertido el mismo capital, ni mucho menos, en sanear los cuerpos policiacos?
El combate a la delincuencia no exime, por ningún motivo, el respeto a los derechos humanos. La inseguridad es otra forma de evitar la libre expresión de ideas. Exigimos el irrestricto respeto a las garantías individuales de los escritores, hacemos público nuestro apoyo a los compañeros y manifestamos nuestro repudio en contra de estos hechos. Exigimos que se castigue a los responsables y se garantice la seguridad de Álvaro, Federico y Miguel Ángel.
El ultraje que sufrieron estos jóvenes representa también un agravio directo contra toda la comunidad literaria de Latinoamérica, por este medio nos solidarizamos con ellos.

Puebla de Zaragoza, México
14 de marzo de 2009


Gerardo Oviedo, escritor, México
Federico Vite, escritor. Guerrero
Mario Martell, periodista, Puebla
Jeremías Marquines, poeta, Guerrero
Citlali Guerrero, poeta y promotora cultural, Guerrero
Waldo Leyva, poeta, Cuba
Omar Lara, poeta, Chile
Óscar López, periodista, Puebla
Yussel Dardón, escritor, Puebla
Jesús Bartolo Bello, poeta, Guerrero
Beatriz Meyer, Escritora, Puebla
Guillermo Carrera, poeta, Puebla
Gabriela Puente, poeta, Puebla
Enrique de Jesús Pimentel, poeta, Puebla
José Prats Sariol, escritor, Cuba
Ramón Cote, poeta, Colombia
Milton Medellín, poeta, Tlaxcala
Mario Alberto Mejía, periodista, Puebla
Brenda Ríos, ensayista, Acapulco
José Antonio Mateos, filósofo, Tlaxcala
Dinora Cruz Toral, profesora, Puebla
Brahim Zamora, promotor cultural, Puebla
Rafael Toriz, escritor, Xalapa
Iván Trejo, poeta, Monterrey
Miguel Ángel Rodríguez, ensayista, Puebla
Luis Felipe Lomelí, escritor, Monterrey
Iris García, dramaturga, Guerrero
Gerardo Arturo Zepeda Ordorica, escritor, Puebla
Rodrigo Cruz, fotógrafo, Puebla
Carlos ríos, poeta, Argentina
Gregorio Cervantes, escritor, Puebla
Fernando Nieto Cadena, poeta, Ecuador
Luis Paniagua, poeta, México
Balam Rodrigo, poeta, Chiapas
Jorge A. Sánchez, poeta, Distrito Federal
Elvia Navarro, ensayista, Distrito Federal
Sigifredo E. Marín, filósofo, Zacatecas
Maritza Buendía, escritora, Zacatecas
Obet Zamora, cronista, Tuxpam, Veracuz
Jaime Ruiz, poeta, Tabasco
Daniel Peralta Guzmán, escritor, Tabasco
Benjamín González Sumhoano,
Celina Peña Guzmán, profesora, Puebla
Luis Zapata, escritor, Guerrero
Úrsula García de Gante, académica, Puebla
Marco Antonio Puente, poeta, Puebla
Araceli Torres González, profesora, Puebla
Harald Rumpler, escritor, Puebla
Ramón Rivera, profesor, Puebla
Alma Rosa Ortega, profesora, Puebla
Víctor Manuel Montiel, profesor, Puebla
Selene Ríos, reportero, Puebla.
Mara Morales, profesora, Puebla.
Mario Bojórquez, poeta, Los Mochis, Sinaloa.
Edmundo Velázquez, reportero, Puebla.
Elena Santillán, Socióloga, Argentina.
Gerado Horacio Porcayo, escritor, Puebla.
Gina Velázquez, periodista, Querétaro.
Malena Steiner, actriz, Guerrero.
José Luis Prado, escritor, Puebla.
Berta Hiriart, dramaturga, D.F.
Carmina Narro, dramaturga, D.F.
Grissel Gómez Estrada, poeta, D.F.
Evodio Escalante, profesor, D.F.
Norma de Anda Hermoso, actriz, Guerrero
Miguel Ángel Tenorio, dramaturgo, D.F.
Ninett Torres Villarreal, escritora, Distrito Federal
Ernesto Lumbreras, Escritor, D.F:
Omar Fabián, Bibliotecario, Oaxaca
Enrique Hidalgo Mellanes, poeta, Chiapas
Eduardo Mosches, poeta, D.F. México
Araceli Mancilla Zayas, escritora, Oaxaca.
Felipe Galván, dramaturgo y profesor-investigador, Puebla y DF.
Solòn Vargas Barrera, teatristas, Guerrero.
Claudio M. Morales Escobedo, promotor cultural y actor,Guerrero.

domingo, 15 de marzo de 2009

Por las calles de Dios: Apuntes para una novela negra I


Era de madrugada, supongo. Uno no debería andar tan tarde por las calles de Dios, diría cualquier abuela preocupada, menos cuando las calles están llenas de historias cortadas a punta de navaja. Pero olvidemos la hora porque no sé de cierto que tan tarde o temprano pasó aquello. Sólo imaginemos a tres hombres caminando, sobrios o alcoholizados, tampoco es importante, pero iban a su casa. Imaginemos ahora un vehículo que se detiene, a unos hombres armados que decienden, los obligan a subir, los golpean. Los tres hombres no saben qué sucede, preguntan. En respuesta más golpes. Terminan en un lote baldío, golpeados pero vivos, gracias a Dios, diría cualquier abuela con un poco de fe.
Pero la historia apenas y comienza: los agresores son delincuentes, parece obvio sí, y también policías, eso es lo que lo vuelve complicado, al menos para los agredidos. Denuncian, en asuntos internos se portan muy amables: el agente responsable les sonríe todo el tiempo. La cosa camina, les dicen, pero también caminan policías al rededor de sus casas, de las casa de sus novias, de sus lugares de trabajo. Ahora deben cambiarse: tienen miedo. ¿El final de la historia? No lo sé. Espero que sea la destitución de los policías que dedican sus ratos de ocio a golpear transeúntes.
Sí, pudiera parecer el apunte de una novela negra, pero es un caso real y yo no sé que hacer con el coraje: las calles, me parece, ya no son más de Dios, y de este lado no se puede hacer más, al menos en mi caso, que aporrear las telas de la lap top para sacar la furia, si alguien tiene una mejor idea, por favor comuníquela.