jueves, 20 de mayo de 2010

Letras Revueltas


Debo confesar que antes de la invitación a participar en la mesa Letras Revueltas [dentro del ciclo de/s/generados en la Feria Nacional del Libro de León, Gto.], no se me había ocurrido que mis cuentos tuvieran algo que ver con la obra de José Revueltas. Pero lo cierto es que muchas veces las influencias existen aunque no nos demos cuenta.

Revueltas, dicen los que saben, sigue la línea del realismo ruso, de Dostoievski; también está emparentado con el existencialismo francés, con Sartre. Revueltas, como ellos, leí en algún lado, hace mucho tiempo, aunque en un ensayo sobre otro escritor, se encarga de dibujar “la maldad nuestra de cada día”. Pensando en eso, sí, definitivamente, soy una heredera de Revueltas.
Podemos decir que el desencanto es uno de los rasgos característicos en la obra de José Revueltas. Él habla de lo que ve, sin maquillarlo, sin embellecerlo. Es lo que Evodio Escalante llamó “el lado moridor”, esa tendencia a mostrar los aspectos negativos de la realidad. Es por los temas, más que por las cuestiones formales, supongo, por lo que puedo asociar mi trabajo al del autor de El Apando. Esta tendencia a mostrar “lo malo” es para mí, más que una elección, una necesidad. A todos, creo, nos intriga que el mal, en sus múltiples versiones, entre ellas el crimen, la violencia; exista, leemos al respecto para ver si encontramos un porqué.
En un entrevista sobre su obra, al hablar de Los días terrenales, donde critica a la izquierda mexicana y particularmente al PCM, del cual fue militante, Revueltas dijo que el enojo de sus compañeros se debió a que ellos “querían bellos y perfectos revolucionarios”, como no halló a ninguno, habló de los que había. A veces eso pasa, quisiéramos hablar de lo bello, de lo bueno, pero no nos queda más que hablar de lo que hay, y a veces, lo que hay, son muchas cosas malas.
Pero no se trata de decir que es esta sociedad en particular, este tiempo y este espacio concretos o los errores de un sistema político, los que generan el mal, porque al final de cuentas, desde el génesis bíblico encontramos en la literatura la presencia del crimen, de la violencia, eso quiere decir que la maldad no es un atributo de una sociedad o un grupo, sino parte de la condición humana, de nuestro ser individual.
Dicen los estudiosos, que los de Revueltas son personajes “lumpenproletarizados”. Se trata de prostitutas, delincuentes, “acumuladores de lo negativo”. En eso también coincido. Son estos seres los que llaman mi atención, pero no como depositarios absolutos de la maldad social, porque sabemos, al menos desde principios del siglo XX, con las posturas filosóficas preexistencialistas, con Soren Kierkegaard, por ejemplo, que no es la sociedad la que está dividida en buenos y malos, sino que es el hombre mismo, el individuo, el que enfrenta en su interior esta dicotomía. La pregunta que se plantea, que me hago cada vez que escribo, y también cuando leo algunas obras, es porque, en ciertas circunstancias, optamos por el lado negativo y si realmente se trata de una opción o del único camino disponible para algunos, quizá, porque es el único camino conocido.
A quienes estamos en esta mesa se nos preguntó a cuales de los escritores contemporáneos colocaríamos dentro de la tradición de José Revueltas. Creo, ahora que lo pienso, que el llamado neopolicial mexicano con sus múltiples exponentes, es deudor de su obra. La herencia de Revueltas está en el compromiso asumido por algunos autores de develar la realidad social en su obra literaria, de hablar de lo malo con un afán de denuncia, de mostrar el cinismo o la negación ante la realidad social en algunos personajes, para evitar caer en el cinismo o en la negación en nuestra vida cotidiana, se trata pues, de seguir mostrando a través de la literatura, “la maldad nuestra de cada día”.

No hay comentarios: