domingo, 15 de marzo de 2009

Por las calles de Dios: Apuntes para una novela negra I


Era de madrugada, supongo. Uno no debería andar tan tarde por las calles de Dios, diría cualquier abuela preocupada, menos cuando las calles están llenas de historias cortadas a punta de navaja. Pero olvidemos la hora porque no sé de cierto que tan tarde o temprano pasó aquello. Sólo imaginemos a tres hombres caminando, sobrios o alcoholizados, tampoco es importante, pero iban a su casa. Imaginemos ahora un vehículo que se detiene, a unos hombres armados que decienden, los obligan a subir, los golpean. Los tres hombres no saben qué sucede, preguntan. En respuesta más golpes. Terminan en un lote baldío, golpeados pero vivos, gracias a Dios, diría cualquier abuela con un poco de fe.
Pero la historia apenas y comienza: los agresores son delincuentes, parece obvio sí, y también policías, eso es lo que lo vuelve complicado, al menos para los agredidos. Denuncian, en asuntos internos se portan muy amables: el agente responsable les sonríe todo el tiempo. La cosa camina, les dicen, pero también caminan policías al rededor de sus casas, de las casa de sus novias, de sus lugares de trabajo. Ahora deben cambiarse: tienen miedo. ¿El final de la historia? No lo sé. Espero que sea la destitución de los policías que dedican sus ratos de ocio a golpear transeúntes.
Sí, pudiera parecer el apunte de una novela negra, pero es un caso real y yo no sé que hacer con el coraje: las calles, me parece, ya no son más de Dios, y de este lado no se puede hacer más, al menos en mi caso, que aporrear las telas de la lap top para sacar la furia, si alguien tiene una mejor idea, por favor comuníquela.

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