jueves, 22 de mayo de 2008

Entrevista en dos actos con Barbara Colio*


Primer Acto:
La dramaturgia mexicana actual

Escenario: Jardín de la Casa de la Cultura de Acapulco, Guerrero; una banca metálica de diseño barroco, bajo una ceiba, rodeada de vegetación tropical; al fondo puede verse un teatro al aire libre.

Tiempo: Finales del 2006, durante la celebración del primer encuentro de Dramaturgia Ola Nueva organizado por el grupo Arte Vivo del puerto de Acapulco.

Bárbara Colio, integrante del Sistema Nacional de Creadores, acaba de impartir una conferencia titulada Presencia y presente de la dramaturgia mexicana, en un auditorio sin aire acondicionado donde a los 35 grados reportados por el climatológico se le suma el calor de un centenar de asistentes. Por eso prefiere ser entrevistada al aire libre.

―¿Cómo ves la dramaturgia mexicana actual?
―Creciendo por generación espontánea, por todos lados. Esta surgiendo más de la gente que empieza haciendo teatro que de la Academia. Tú lo sabes, hacer teatro es una faena muy difícil, se necesitan muchas cosas: se empieza actuando, luego se produce, luego también se dirige, luego ‘necesito un texto’, ‘chin, no encuentro ninguno que me guste’, ‘bueno, lo escribo yo’. Y te avientas, tomas el toro por los cuernos, lo produces y lo muestras al público. Por ello creo que la dramaturgia mexicana de hoy, es una dramaturgia de riesgo.
―¿Ese es el rasgo común de la nueva generación de dramaturgos?
―El rasgo común es que es común. Por ejemplo, aquellos autores que se montaban a mediados del siglo XX, eran un grupo muy determinado; el paso de una generación a otra se daba casi como por herencia; unos eran maestros de pupitre y pluma de la siguiente generación -con honrosas excepciones como Oscar Liera por allá en Sinaloa, por citar sólo uno- pero hoy cada vez existe menos ese paso de estafeta. Los dramaturgos crecen por cuenta y riesgo propios.
―¿Que ya no existan grupos como los que se formaron en torno a Argüelles o Carballido, significa que tampoco hay voces y búsquedas comunes?
―No lo sé. A mí me parece muy sano que cada quien escriba lo que se le dé la gana. Eso habla de algo vivo, algo que palpita. Me parece muy saludable que existan voces y opiniones distintas, donde cada quien tenga que defender lo suyo. Se está en el proceso, pero aún falta conocer muchísimo de lo que se hace en todo el país, no sólo de los que invitan a este tipo de encuentros, o de los que ya nos conocemos, sino de aquellos que en cualquier lugar de México ya están escribiendo sin hacer mucho ruido.
―En los últimos años han surgido encuentros de dramaturgia joven como el que se realiza cada año en Querétaro, y ahora el encuentro Ola Nueva en Acapulco. ¿Se ha fortalecido la nueva dramaturgia con estos encuentros?
―Son foros de difusión, de discusión, de encuentros y choques. Significan que no estamos hablando solos. Los poetas y los narradores siempre han sido muy dados a reunirse, pero los dramaturgos no. Antes no había este tipo de eventos y esa sí que sería una característica de los jóvenes dramaturgos: tratamos de conocemos aunque vivamos en distintas ciudades. Sin embargo, creo firmemente que además de mostrar el trabajo, deberíamos ser mucho más rigurosos y enfocarnos en discutir sobre la postura, pensamiento y poética de nuestra dramaturgia: ésta es mi creación, pero ¿cuál es mi visión?, ¿cuál es mi apuesta?, ¿cuál es mi punto de crítica? Que ya no baste nada más con mostrar tu última obra y esperar el aplausito, sino en ir a fondo, analizar lo propio y lo del vecino más allá de la mesa del café o la barra de la cantina, sino es un foro abierto a la vista de nuestro tiempo.
―¿Hace falta crítica?
―Crítica teatral, hay poca en México. Y de pronto, el nivel de la crítica es como muy de gustos propios, además, se enfoca principalmente en el hecho escénico, nada más. Me parece que aun no hay la debida reflexión sobre el hecho dramatúrgico en México (hecha por mexicanos, ya que en el extranjero es tema favorito de varias universidades y centros especializados de investigación). Bien, te pregunto yo a ti, ¿Cuándo has visto publicada la reseña de un libro de obras de teatro en alguna de las principales revistas literarias del país? ¿Te has preguntando por que tu respuesta es “nunca”?
―¿Cuál es la discusión que se necesita?
―Sin entrar a la polémica de si el teatro es literatura o no, de lo que estamos hablando aquí es de “literatura dramática”, de la obra en el papel, y una de las cosas de lo que me encantaría debatir es de la dramaturgia dentro de la literatura mexicana; no como un ente aparte en que sólo sus agremiados participen, sino insertado en el análisis del panorama literario de nuestros días. (A veces me da la sensación de que funciona como un debate de géneros, como si a la dramaturgia le pudieran otorgar el derecho al voto en el podium literario mexicano). En fin, todo lo que te he dicho podría resumirlo en que creo en el rigor, creo en que lo que hay que buscar es la excelencia.

Bárbara Colio es originaria de Mexicali, Baja California; inicia su trabajo teatral en 1998, como actriz, y es en 1997 cuando incursiona en la dramaturgia; su formación como tal la obtiene en España, en la Escuela de Letras de Madrid y en el Royal Court Theatre de Londres, Inglaterra. Sus obras se han representado en Estados Unidos e Inglaterra, así como en algunos estados de la republica mexicana, incluido Puebla. Como dramaturga y tallerista ha tenido la oportunidad de viajar por el territorio mexicano y fuera del país.

―¿Cuál es la situación de la dramaturgia mexicana en relación a las puestas en escena? O en otras palabras, ¿se monta teatro mexicano en México?
―Mira, hay un ensayo que publicó Enrique Olmos en la revista Paso de Gato, con estadísticas sobre cuantos (dramaturgos) mexicanos y cuantos extranjeros se montan en México en producciones del Estado y aparece que está casi en un 50–50. Sin embargo, tenemos la impresión de que no es así y creo que ahí intervienen los factores: publicidad e interés. Sí se está montando teatro mexicano porque los mismos autores estamos dándole, rolando el texto y consiguiendo la producción a brazo partido; pero a la hora de la hora estos no tienen tanta difusión o aceptación general como si montamos un Shekespeare, Pinter, o al último alemán famoso. Me parece que aun existe cierto recelo hacia lo creado por un autor mexicano, por algún motivo se prefiere a lo que ya se probó en algún remoto lugar del extranjero y ¡Ah!, entonces es bueno y aquí nos tiene que gustar. Por ejemplo, hay una gran invasión de dramaturgia canadiense en la cartelera mexicana, y de pronto nos topamos con textos que realmente no son tan buenos, mientras aquí tenemos una lista de 10 textos mexicanos mejores que esos sin montarse.
―Qué les falta a los dramaturgos mexicanos para consolidarse?
―Venderse bien. Creer mucho más en lo que hacemos. Esa es la tarea, además de ser creador, que ya de por sí es difícil, ser promotor de tu propio trabajo… Hay autores que son muy buenos pero son muy tímidos y nomás no se les da, pero pues no hay de otra. En México no hay de otra.
―¿Qué papel juega entonces el estado en la promoción y difusión del teatro nacional?
―Me parece imposible que el estado se haga cien por ciento responsable de la producción y la promoción teatral de México, si no ha podido hacerse cargo cien por ciento de que haya luz y agua en todo el país, ahora imagínate serlo de su patrimonio cultural. Lo primero sería que el Estado y sociedad sean concientes de que las expresiones artísticas, son eso, el patrimonio invaluable de la nación. En pro de ello, tendríamos que encontrar los mecanismos para que la iniciativa privada también participe sin que esto signifique que el Estado se desligue de su responsabilidad, ni se le prive a la creación de su libertad. El Estado tendría que repensar y modificar las leyes fiscales de forma que incentiven la colaboración entre estado, iniciativa privada y sociedad en beneficio de todos. Sé que en Brasil han hecho ciertas reformas a la ley para estos casos y han tenido bastante éxito. Hay mucho que hacer y replantear al respecto.
―¿Se ha hecho algo para difundir el teatro mexicano en otros países?
La presencia del teatro mexicano en el extranjero es nula. Ya sé que me van a decir que cómo me atrevo a decir tal cosa, pero el hecho de que últimamente por ahí hay alguna presencia en Francia, Alemania, Inglaterra, dada por ciertos acuerdos institucionales y otras por autores aventados que se brincan el charco o de allá los llaman, y eso es maravilloso, a mí no me parece suficiente. Yo no me conformo con eso. La presencia del teatro mexicano se da a través de festivales, pero si te vas a España y preguntas por los nombres de tres autores ingleses te los van a dar de sobra, pero si en la misma España preguntas por tres autores mexicanos, no te van a poder darte ni uno. El día que haya tantos montajes de mexicanos en el extranjero como de extranjeros aquí en México, entonces diré que sí, que sí hay una verdadera presencia. Perdón, tu pregunta es si se hace algo al respecto para difundir... pues lo único que puede hacer uno para ello, es escribir bien.

Segundo acto:
Las Pequeñas certezas de Bárbara Colio

Las preguntas de esta parte de la entrevista fueron enviadas a la dramaturga por Correo electrónico y es ella quien describe el

Escenario: México D.F. en mi departamento. A unas horas de haber aterrizado. Esta mañana estaba en Mexicali tomándome un café con mis padres, helándonos dentro de casa, pensando si sería posible que nevara (sólo una vez ha ocurrido en la historia). Ahora me tomo un té en mangas de camisa, con mi maleta tras de mí pidiéndome que la desempaque y yo me hago la desentendida.

Tiempo: Principios de 2007, luego de la publicación de la obra Pequeñas certezas, dentro de la serie La Centena, de Ediciones el Milagro.

En 2004, Bárbara Colio obtuvo el Premio Internacional María Teresa de León para Autoras Dramáticas, convocado en España por sus Pequeñas certezas, obra en la que explora la presencia de alguien a través de su ausencia: Mario desaparece y en su búsqueda familiares y amigos encuentran que las versiones de cada uno de ellos en torno a la misma persona son distintas y a veces contrapuestas.

―¿Por qué la ausencia como tema?
―A la obra le precede un pensamiento “Si no guardas al menos una fotografía de del tránsito de tu vida, ¿cómo podrías saber que no todo fue un sueno?” Joyce dice en boca de Sthepen Dedalus “Un hombre que ha desaparecido por muerte, por ausencia, por cambio de costumbres” Estas dos ideas me han acompañado en buena parte de mi obra dramática, nuestra existencia se conforma de todo lo que tenemos y también de todo lo que hemos perdido. Cuando nuestro cuerpo pierde un órgano, él mismo se protege llenado ese vacío con la creación de nuevas conexiones, así en la vida, cuando se nos extrae un amor, una presencia, un ser que es parte de nosotros, también debemos llenar ese vacío. Uno se presenta ante los otros como ese que se ve ahí, pero sólo uno sabe de todas las ausencias, las muertes, los cambios de costumbres que nos acompañan y que nos hace ser lo que somos.
―Son cinco los personajes que se enfrentan a esta ausencia desde diferentes perspectivas, ¿que tienen de Bárbara Colio cada uno de ellos?
―Cada personaje fue creado por algo que vi, algo que leí, alguna conversación ajena que escuché, dos de ellos son inspirados en algunos amigos míos, más de una frase corresponde a más de una muestra del abanico de mis propias paranoias. La empecé a escribir por mi propio miedo de desaparecer. Cada imagen y palabra ha sido procesada por mi cabeza, por mi espíritu, escritas por esta mano, ¿Cómo no tendrían algo de mí?
―Los títulos de las escenas tienen relación con el proceso fotográfico, ¿cómo se da este encuentro entre la historia y la fotografía? ¿Por qué?
―Los títulos y la estructura de la obra corresponden como dices, al proceso fotográfico, y así como una fotografía va apareciendo poco a poco en el papel mientras éste se moja con la sustancia reveladora dentro del cuarto oscuro, así la pieza se va develando a sí misma. Esto entre algunas cosas mucho más complejas de explicar en esta entrevista, entre mi estrecha relación con la fotografía que tengo desde niña.
―Pequeñas Certezas ya había sido publicada dentro de la colección de la Asociación de Directores de Escena de España, ¿qué significa para ti la edición de esta obra en México?
―Un triunfo. Verdaderamente fui muy feliz cuando David Olguín me dijo que la consideraría para la siguiente camada de libros de La Centena, ya que es una editorial impecable y que tiene una amplia distribución en México a precios muy accesibles. Es muy padre que tu trabajo se distribuya por toda Europa y Sudamérica, como sucede con la colección ADE, pero bueno, el que se haga ahora México es un logro especial.

Bárbara Colio ha publicado la mayoría de sus obras, entre sus títulos se puede mencionar La habitación, premio estatal de literatura Baja California 2002, La boca del lobo, A propósito de Alicia, Ascenso, Ventana amarilla, Intimidades, Cinco para las cinco y, Teoría y practica de la muerte de una cucaracha (sin dolor); en todos los casos se trata de textos intimistas, en los que la autora muestra su punto de vista sobre la naturaleza humana.

―¿Cuál es tu apuesta como dramaturga?
―Provocar una emoción. Que los personajes, en sus conexiones con los otros, con ellos mismos, hagan chispa, cobren vida. En mis obras no suceden grandes cosas: vamos, no apuesto a un impacto visual, a un golpe temático, al hachazo, no hay explosiones, nadie se ve morir, pero algo se mueve dentro de los personajes, algo se quiebra, hay “crack” que casi no es audible. Algo aparentemente pequeñito cambia el estado de las cosas, creo que la vida es así; creo que lo más apasionante de la vida son los pequeños momentos, los caminos que se bifurcan y decides tomar uno, sin una decisión conciente quizá, y ese movimiento implica una avalancha en tu vida. Mis obras no tienen final, no hay conclusiones y cada quien debe armar las piezas, no hay un “fin”, termina cuando el personaje empieza a vivir una vida distinta a como hasta entonces la conocía. Mi teatro es una serie de viajes al interior de las emociones humanas sin boleto de regreso, van hasta donde me ha sido posible llegar, me lleva el querer saber que es lo que somos, de que estamos hechos. La sustancia, la chispa de la que te hablaba antes, quizás suene todo esto algo incoherente, pero lograr esa chispa de emoción a través del tejido de palabras, de silencios, de acciones, verdaderamente me apasiona.
―¿Tu trabajo como escritora tiene que ver con tu experiencia como actriz?
―Mucho. Me recuerdo a mí misma frente a textos que leía e intuía que no comprendía del todo para poderlos actuar. Me obsesionaba entender por mí misma más allá de lo que el director me dijera, que no era mucho. Lo que podían provocar las palabras unas con otras, me era muy atractivo. Me gustan las palabras, más las que no están. En mi trabajo hay grandes huecos de palabras no dichas y sin embrago están ahí. El lenguaje que me gusta manejar es más cercano al que se dice que al que se escribe, sé lo que se necesita como actriz para darle a vida a un personaje, y como escritora intento dejar esas pistas.
―¿Piensas en el espectador?
―Cuando escribo pienso en la vida, en cómo funciona; no pienso en la escena. Ahora, pienso en el espectador como en un receptor, en aquel que va a recibir el efecto. Técnicamente hablando, uno tiene que saber crear ese efecto y hasta cierto punto, dirigirlo. Por ejemplo, manejar los tiempos en que se le va a dar tal información, como se la voy a dar, el ritmo, qué le voy a insinuar o qué le voy a soltar como piedra en pro de ir construyendo la imagen que deseo que el receptor reciba, es como, construir el rompecabezas que yo quiero jugar con él.
―¿Cómo influye tu entorno en lo que escribes?
―Yo crecí en el desierto, aunque he vivido en ciudades enormes y muy agitadas que me han influido mucho también. Pero mi origen es el desierto. Un desierto con frontera al mar, con frontera a otro país. Creo que eso me ha enseñado a saber esperar, a contemplar, a saber ver las cosas y no dejarte de asombrar por cada brote de vida. Salir a tu jardín y descubrir que ha salido una flor, es un gran acontecimiento. La luz plena, los vastos horizontes del desierto donde cualquiera podría decir que no hay vida, que es infértil, y sin embargo, si tienes el tiempo y la paciencia de quedarte ahí, de esperar y contemplar, la vida se te desborda. De eso hay mucho en mi teatro, juego a los escondites, juego a ver quién y qué encuentran. Lo más emocionante es cuando esto sucede.
―Ahora, como parte del Sistema Nacional de Creadores, ¿hacia dónde va tu búsqueda?
―Hacia la misma dirección de todo lo que te he platicado. Se puede buscar en los estilos, las formas, en arriesgarte a hacer cosas distintas, brincar otras fronteras, no conformarte con lo ya obtenido, pero creo que en el fondo, la esencia de mi escritura va hacia un mismo sitio. ¿Cuál? Aquí esta escrito ya, búscalo.

*Publicada en el suplemento Fronda en febrero de 2007

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